Vistamos su estudio en Buenos Aires donde la artista sigue experimentando con volúmenes y colores en sus nuevas esculturas y con un magistral uso del material polar inflado con calor.
Las esculturas de Jessica Trosman provienen de un profundo conocimiento de lo que implica correr los límites hasta romperlos. El movimiento de dilatación y la fuerza de torsión de las piezas evocan no solo una densa red de antecedentes plásticos anclados en el informalismo pictórico, sino también un lenguaje constructivo que, partiendo de elementos textiles, retoma prácticas signadas por la experimentación y generación de nuevas técnicas y materiales. Impulsada por un fuerte sentido de búsqueda de lo nuevo, la invención de telas, sus innovaciones o la creación de texturas formaron parte de un repertorio mental que no se contenta con acceder a un producto terminado, sino que concentra su energía al servicio de un trabajo, casi alquímico, atento a los procesos materiales.
Jessica Trosman cose, infla, deforma y congela, potenciando el factor de la contingencia y el azar. El resultado es una serie de objetos esculturales singulares, capaces de sugerir escenas cargadas de erotismo, violencia o terror. Piezas que varían en escalas y color, que van de la saturación a mezclas más sucias, y que incluso incorporan rarezas como imágenes aleatorias sobre el soporte.
De este modo, es posible ver que el pasaje a la gramática espacial de la escultura puede entenderse como un tránsito en el que las líneas de continuidad literalmente se embrollan con puntos de ruptura. Permaneciendo en el idioma textil, Jessica Trosman se emancipa de la tiranía del cuerpo normado y conjetural, para saltar a la tridimensionalidad. Sus “monstruos”, el nombre con el que se refiere a sus piezas, están desprovistos del imperativo de la forma y si bien son el efecto de una estética que sigue haciendo equilibrio entre el artesanado y lo industrial, corporizan ahora recuerdos, miedos, sensaciones que parecen invertir los vectores de deseo. Los “monstruos” desfiguran la anatomía pero conservan la cualidad humana de la presencia, no solo en el modo contundente en el que ocupan el espacio, sino también a través de su dimensión táctil. Al tocarlos, es posible experimentar la transformación del brillo, de la tirantez y la dureza de su aspecto en una materia suave y blanda, cercana a la carnosidad propia del cuerpo. Estos volúmenes conservan su esplendor radiante y un particular carisma: anudados, abollados, desplegados, enredados, arrugados, resultan el indicio de un gesto de potente ambivalencia, de nacimiento y de rompimiento, los restos de un proceso en el que la construcción de un universo se confunde con la destrucción de lo anterior.
Jessica Trosman nació en Buenos Aires, a los doce años se muda a Miami. Tras estudiar diseño de moda Jessica regresa a la Argentina, donde lanza Trosmanchurba junto al creador Martín Churba. Rápidamente, la marca se convierte en un fenómeno mundial. Desde Barneys en Nueva York hasta L´Éclaireur en París adquieren diseño latinoamericano por primera vez en décadas y las colecciones de Trosmanchurba se venden en 40 puntos multimarca de lujo por todo el planeta.
En 2002 Jessica Trosman lanza su marca homónima, Trosman. Las bases fundacionales de su nuevo proyecto –diseño investigado, complejidad textil y un profundo interés por las necesidades de la mujer- hacen de esta etiqueta una auténtica sensación nacional e internacional. Las innovaciones impulsadas por la diseñadora la llevan a presentar su colección de modo bianual en París y, en poco tiempo, a un histórico acuerdo de producción y distribución en Japón con el grupo líder Onward Kashiyama.
Jessica Trosman es elegida repetidas veces entre los cien mejores diseñadores del mundo por los influyentes libros de moda SAMPLE (Phaidon Press, ed.) y FASHION NOW (Taschen, ed.). Sus diseños son también celebrados en las mejores revistas de moda del mundo – Vogue Paris, SelfService, Purple y AnOther Magazine, entre otras. El Gobierno de la República Argentina otorga a Jessica Trosman una distinción especial en 2011 por su innovador modelo de exportación. Ese año también gana las Tijeras de Oro – por partida doble, tanto a la mejor colección prêt-à-porter como a la mejor diseñadora del país.
La creadora vende la marca Trosman a un grupo argentino en 2011 para concentrarse en su propio laboratorio de investigación y desarrollo textil. Este emprendimiento genera prestigiosas colaboraciones con casas de haute couture como Chanel, etiquetas de vanguardia como Rick Owens y hasta con una serie de marcas latinoamericanas de consumo masivo – demostrando así la infinita versatilidad de la diseñadora. En agosto de 2013, Jessica Trosman lanza JT. Su proyecto más democrático y universalista, JT es una marca de prêt-à-porter y accesorios que habla a mujeres de toda edad.
Jessica vende JT a sus socios en Abril del 2019 y emprende su carrera como artista, haciendo esculturas con telas, sometiéndolas a un proceso con el cual trabaja el volumen, inflándolas hasta dejarlas rígidas, congeladas, generando formas abstractas, volviéndolas estáticas, deteniéndolas en el tiempo.
Jessica Trosman vive en Buenos Aires, tiene 55 años y es madre de dos hijos, Momo Turek Trosman, de 30 años, y Rosa Sandrigo Trosman, de 15.
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