Los números de Lionel Andrés Messi tienen fecha de vencimiento. Al momento de estar escribiendo esta nota; el 10 del Barcelona y de la selección argentina de fútbol tiene un récord que seguramente ya estará roto para el momento en que ustedes estén leyendo el artículo.
Hablar de los registros numerales de Messi es más complicado que hablar de lo que él mismo significa. Lio es el elemento que hace mágico, sorprendente y sublime a todo aquello que tan solo es excelente. Porque el Barcelona es excelente; pero es inspirador hacia las generaciones futuras que verán sus videos como nosotros nos sentamos a ver como el mar se traga al sol cada tarde de verano; cuando Messi está en el campo de juego.
La historia del rosario es harto conocida; no es momento de aburrir con datos que son googleablemente encontrables y contradictorios. Lo destacable, por lo menos para mí, es lo que tuvo que trabajar Messi para poder seducir (y hay que decir que a medias) a aquellos que lo vituperan y lo minimizan todo el tiempo. Que no sabe la letra del himno nacional ¿sabés los jugadores de fútbol que conozco que se saben la letra del himno nacional y que incluso lloran y desgarran su corazón de emoción al entonar sus estrofas y no pueden vestirse en el mismo vestuario que Messi? Que no le da a la selección lo mismo que a su equipo; que porque no juega para España, que no siente la “celeste y blanca”… Claro; Messi no es polémico.
Messi no ningunea a nadie, ni descalifica a nadie por actitudes ni por vestir otros colores. Messi no tiene aventuras con mujeres deseadas por los mortales, ni se pelea con ningún poder establecido como si ésta actitud fuera coherentemente llevada adelante por algún héroe del wisky. Messi echó por tierra aquella ley no escrita por nadie que reza que un profesional del fútbol no puede estar acompañado de su familia y que su contención es difícil. Barcelona sabía que tenía entre sus manos un diamante. Lo pulió, lo limpió y lo llevó de la mano despacio. Remontó su barrilete de luz de la mano de un Guardiola que pagó todos los precios que hubo que pagar aunque ellos se llamen Ronaldinho o Eto´o.
Hoy Lio Messi es el más grande jugador del mundo; una foto con su imagen sirve para destacar mensajes antibélicos en rincones remotísimos del planeta; hoy, su única mención, dispara el nombre de Argentina; seguramente le será difícil poder salir a la calle a comprar un alfajor para él o una lechita para su recién llegado hijo Thiago sin tener que pagar el peaje de fotos y/o autógrafos a los cuales seguramente no se niegue. Los jeques le quieren en sus partidos de fútbol o en sus banquetes; una imagen a su lado puede provocar adhesiones del público como fotografiarse al lado de Bono, de Obama; del Papa, o de Kofi Annan.
Se inventan premios para poder homenajearle; te mueve el culo del fondo de la butaca a la punta de la misma cuando empieza una jugada… Messi es la vida misma del fútbol moderno; es la magia hecha carne, es el enviado por Odín desde el Asgard; es un hijo de Zeus que baja del Olimpo para poder creer en los dioses del deporte…
Con todo esto, Lio puede mirar a su lado y allí están sus padres, allí está Antonella, allí está Thiago su primogénito, allí están sus amigos y allí esta su Rosario natal que lo acobija y que lo quiere, que lo protege, que lo disfruta. Se puede hacer una fortuna emotiva sin hacer harina de los demás.
TEXTO: Nacho Goano