Hace casi dos años que no se presentaban en Capital, pero ahora tienen disco nuevo y un show importante en el Quilmes Rock. No quedan dudas, Babasónicosvolvió con todo. Su cantante habla del álbum, las giras por México, el Ulises de James Joyce y hasta un álbum de Supertramp vergonzoso de mencionar. También de Mickey, por supuesto!
Mayo es un mes intenso para Babasónicos, editan su nuevo álbum llamado “A propósito” y son el grupo principal del sábado 21 en el Quilmes Rock. A partir de ahí vendrá la habitual recorrida por el continente para promocionar el disco, con recitales por todas partes y hasta un viaje a Europa para tocar en España, Francia e Inglaterra. En abril, mientras tanto, los rodea una tensa calma, mezcla de ultimar detalles del lanzamiento y organizar el ritmo infernal que se viene. Adrián Dargelos, antes de emprender una escapada en plan de minivacaciones, acepta charlar largo y tendido sobre esta nueva etapa del grupo. Antes, sin embargo, es necesario escuchar el disco y para eso hay que trasladarse a la compañía discográfica el día anterior al encuentro. ¿El resultado? Un mensaje de texto para Adrián -“Acabo de escuchar el disco instant classic masterpiece! Tocan y dicen más cosas en una canción que en la mayoría de los discos de hoy. Congrats”. No es una exageración, “A propósito” nuevamente consigue sorprender y asombrar en cada tema. Una vez más, Babasónicos dobla la apuesta y se arriesga con un álbum nuevo que logra superar al anterior, subiendo cada vez el nivel de sus obras. Las canciones llaman la atención y cautivan de inmediato, pero son difíciles de describir. Se entiende de qué hablan, pero no son historias lineales. Hilos de pensamiento, quizás. Y tienen introducciones o codas que son diferentes a la parte central, incluso con cambios de sonidos de batería. Parecen ser una cosa y van mutando en otra, aunque sin la estructura de suites que asomaba dos discos atrás, en “Anoche”.
-Adrián, el título del disco ya arranca con una mezcla de posibles lecturas, ¿no? Porque “A propósito” puede ser “lo hice a propósito” o “a propósito de algo”.
-Sí. Puede ser “By the way” o “Because”. La idea era romper con la temática menguante de nuestros títulos, que cada vez tienen menos letras (N.de R.: Jesico, Infame, Anoche, Mucho). Había un título de cuatro letras, Celo, que no sé qué tenía que ver con el disco pero era lindo. Y si le dejaba una canción menos era todo menguante, porque pasaba a tener nueve temas. Al final el disco tiene diez títulos, a simple vista como “Mucho”, pero éste dura 46 minutos, más que los 26 de “Mucho”. También tiene un track oculto, más las macro codas que se transforman. Es una banda con delivery… uh, “Delivery” es buen nombre para el disco. Es un álbum bastante jugado para una era donde el rock no está de moda, ¿no?
-¿El primer show es el Quilmes Rock?
-Sí. Sentíamos que teníamos que tener nuevo material para el repertorio porque ya habíamos tocado mucho en Capital. No es ninguna clase de estrategia, eh. El último show acá fue en el Club Ciudad, hace un par de años, así que dejamos de tocar por eso, y no para generar expectativas. Vimos que habíamos tocado mucho este álbum, y nos costó empezar a hacer un disco antes por la cantidad de show que teníamos por todos lados, y por readaptarnos a una banda sin Gabo.
-Este es el primer álbum realmente sin Gabo, y no “Mucho”.
-Claro, porque Gabo toca en ese disco. Tuvimos que adaptarnos a una forma sin Gabo. También supongo que el próximo disco va a ser diferente porque ya vamos a estar en otra posición, pero bueno, todos los discos siempre son un reto de vicisitudes para nosotros, nada es simple y todos los discos tienen una vicisitud que resolver.
-¿Cómo sigue el cronograma afuera, después del Quilmes?
-Tenemos todo un recorrido afuera. Creo que empezamos por Puerto Rico, Estados Unidos, después volvemos para acá y hacemos una gira acá, después vamos a México, Europa y en octubre hacemos París y Londres.
-En este último período fue más visible tu contacto con otros músicos, tanto con Andrés Calamaro como en muchos discos donde estás como invitado.
-Sí. Eso es una resultante del tiempo que tuve al no hacer shows durante unos siete u ocho meses. Antes, con la frecuencia de shows agotadora que tenía, no podía ir a ningún lado. Ahora hice un par de shows con Dante y con Emmanuel Horvilleur, canté en el “Unplugged” de Zoé y también en discos de muchas bandas muy chicas de México, como Playmovil Project. ¡Estoy hasta en el disco de Hilda Lizarazu!
-El disco tiene cosas que, si bien no son nuevas porque las insinuaron o hicieron varias veces antes, están mucho más acentuadas. Por ejemplo temas con intros o codas diferentes a la parte central, que se convierten en otra cosa.
-¡No puedo agregar nada porque es así! (risas). Lo que trabaja en el disco es la mutación. ¿Viste que en la psicodelia los cambios son bruscos o sorpresivos de una parte a otra? Bueno, acá en lo que nosotros tratamos de operar es que las canciones vayan mutando en todos los aspectos. Las letras, por ejemplo, se van convirtiendo en otra cosa hasta que logra un sentido más abarcativo. Parecen retazos de dos o tres letras que se meten y hacen una imagen mayor. El concepto es ese, a diferencia de los últimos dos discos, donde la estructura de la canción manda y pone rigor a la armonía e implica que la canción termine rápido porque se desarrolló y explicó lo que tenía que explicar. Acá hay un tiempo donde la canción se gesta, muta y deriva en cosas que probablemente no tenga nada que ver. El disco habla de mutación, fantasía y locura. Pero los personajes no operan con la realidad, no son pícaros como los de “Infame” o “Anoche”, que tenían picardía o se paraban de un lado y te ponían a vos en el lado moral. ¡Acá no tienen moral, hablan con animales y esperan respuestas de seres imaginarios! Encontré un lado donde sigo siendo provocador y donde los personajes son nuevos.
-Parecen situaciones de viaje, de trip, como personas que están alucinando.
-La narración de la canción opera en varios niveles, se despliega hacia otro nivel y después viene otra frase que no continúa a la anterior pero despliega un nuevo nivel, y en algún arco empezás a entender la retrospectiva. Creo que para este disco encontré una forma narrativa nueva. Lo que pasa es que acá no escribo en el continuo de la fluidez de la escritura. En vez de seguir con la descripción de lo que estoy contando en una canción, me quedo en silencio buscando cuál es la otra frase que machea, y en eso viene una cosa imposible y digo – “¡Uy! ¿Por qué la imaginación me tira estas cosas?” Lo que más me gusta es que no sé de qué hablan las canciones, porque me las dictan. ¿Quiénes? No los conozco. Soy como una especie de médium poético.
-No son historias lineales, pero quizás son hilos de pensamientos.
-Sí, retazos, como si la poesía me atravesase. Y en vez de retocar y hacerlo lógico para vincular las cosas, trato que la vinculación esté en el choque. Trato que la canción imprima una mácula, como que el oído sea una especie de red que retiene la idea. La canción atraviesa las cosas y esa idea te deja una impresión. Todo está dispuesto de una manera más caótica, pero ese caos no frena el sentido. Eso es lo que me gusta. El disco termina siendo la resultancia de una especie de innervisions del cerebro, como una visión interna de un cerebro loco con links y una especie de concepto de rompecabezas donde las ideas linkean una frase a continuación de otra de otro tema. El primer tema es “Flora y Fauno”, que arranca con coros, lento y brumoso, con clima de trance. Habla de cuernos, supongo de fauno. El tema es como una especie de picnic aquelarre, de un bacanal, turbio como un cuadro de El Bosco. El coro es como un coro de Roy Orbison, y después entramos nosotros y plantea una situación realmente imposible donde lo primero que dice es -“Puede que los cuernos atraviesen el muro, y que los sorprenda a todos desnudos, maniobrando maletines y armados hasta la nariz”. Luego dice con sinceridad desgarradora -“Ahora déjame que me engañe a mí mismo, entiendo que no soy de fiar” y “Un paranoico podría invitarte a una performance de payasos del arte comerciando cantidades de acciones de materia gris”. ¿Dónde es el mundo donde eso habita? ¿Hay algo más rock que eso? Y me pregunto, ¿están esforzándose mis colegas a hacer algo más rico en comparación? Yo por lo menos sigo haciendo discos de rock.
-Después viene “Fiesta popular que describe la locura del pogo de los recitales, aunque lo llama “carnaval”.
-Sí. También sintetiza cómo el rock en su crecimiento atemorizó a los demás, en especial a los porteños y la gente de acá. Y lo narro como carnaval, como esa visión donde las palabras chocan y producen una imagen extra, “juego de látigos mis dedos quieren salpicar”, “risa de latas”, “viento peina chispas”. Y digo, “No seas infeliz y déjate arrastrar por el carnaval”.
-Tiene un bajo acreditado a Andrew Weiss. ¿Es de la época en que grababa sus discos?
-No. Es de ahora. Mirá qué raro lo que pasó, sobre los últimos cinco días de grabación, cuando llegó Phil Brown, Andrew nos avisó que venía a Buenos Aires como bajista de Jello Biafra. Le dijimos que estábamos grabando y lo invitamos a tocar. Casi se muere de la emoción, y tocó en “Fiesta popular”. Fue una situación mágica donde se volvió a encontrar con todos nosotros.
-Es el único rock fuerte del álbum.
-Sí. Este disco tiene menos de eso. Pasa que entiendo que en vivo no tengo que repetir algunas sensaciones que ya tengo bien planteadas.
-“Tormento” tiene una de las melodías más lindas del disco.
-Nunca hicimos un tema así, como un tema de tecno. Toda la batería es real, tocada por Panza, y la toca todo en continuado hasta el tema que está pegado, “El pulpito”. ¡Tiene coda y supercoda!
-“Deshoras” es como un clásico inmediato. Y en alguna parte hasta tiene un aire al “Rosemary” de Litto Nebbia…
-No sé. Es un tema de Mariano; se lo voy a preguntar. Pero “Rosemary” es una canción que le encanta a Mariano y a mi hermano, que incluso la tocan a veces en los ensayos. Ellos son re-fans de Nebbia, pero lo vimos solo una vez y no se animaron a contárselo.
-Es el primer simple.
-Sí. Y entiendo que podía ser criticable para el esnobismo y el público de los trendsetters. Yo ya no espero que ellos me acompañen, y espero que aparezcan otros referentes. O quizás la música se la hago a otra gente, no a ellos. Realmente nunca traté de ser cool. Yo acentúo que sea grotesco y cretino para que no me consideren cool. No le guardo rencor a los trendsetters y tampoco lo hubiese puesto de primer simple porque para mí es una canción más, como todas. Pero entiendo que no me la puedo esconder, porque es innegable que la canción sobresale en algún punto.
-Después viene “Privado”, una gema oculta, con un tipo de melodía que nunca habías hecho.
-Sí, como que hablo o rappeo. Tiene una cantidad de letra enorme, como de Dylan.
-“Muñeco de Haití” engancha con dos temas más.
-Quise hacer una especie de psicodelia bailable. Está dentro de mi temática de canciones que me fascinan pero que no se me ocurren, porque son dificilísimas, como “Deléctrico” o “Microdancing”.
-En “Pupilo” hay un personaje paranoico que dice: “Me declaro culpable de todo de ahora en más”.
-También, voy preso. No sabés qué es lo que va a decir el final, hasta que se declara culpable de todo. Me sugiere la diferencia entre acólito, devoto, pupilo. El primer título era “La escuela”, pero a los chicos no les gustaba. Me acuerdo de un tema de Supertramp que se llama “School”, con el que abren el disco “París”, que en realidad está en “El crimen del siglo”, un disco muy raro de una banda muy inconfesable, más por la gente que la escuchaba y por los músicos en sí pero no por el contenido de la canción.
-El último es “Chisme de zorro”.
-Una letra que me gusta mucho. Es una persona que en ese abandonar de todo tenía un derrotero de cosas de sinvergüenza. Hay cierta fuga y pide que lo busquen en un río de escotes. También hay una falta de respeto hacia el otro enorme, pero el tipo se va a ir. Me gusta que “con la lágrima cruda comprendiendo lo que nos faltó decir”. Creo que muchas de las canciones terminan confirmando que soy un artista de rock nacional.
-Babasónicos es rock nacional, sin dudas.
-Somos más buscadores de cosas que resultadistas. Somos unos arriesgados de la búsqueda, pero la influencia máxima, nuestro coto de caza, es la canción del rock nacional que tiene que dejar algo…Es ese elemento modificable que ha tenido siempre el rock nacional, donde la canción impacta en uno, que es una mácula de esa canción. Creo que acá hay una emoción explicada distinta a cómo podrían explicarla Calamaro, Melero, Cerati, Vicentico, Jorge Serrano, Litto Nebbia o incluso Fito Páez. Yo tengo algo de esa forma de canción, pero veo que una letra hace un mapa neuroquímico de links entre ideas que vos ya tenés puestas en el cerebro y las combinas con otros atajos y detona otros significados. El problema es que no sé cómo son todas las mentes, porque a cada una le detona algo según lo que la tiene cargada. El disco, no puede negarse, linkea distintos espacios.
-La obviedad sería compararlo con “Ulises” de James Joyce, pero sé que no te gusta.
-No es que no me gusta. Una vez me paró en un pasillo de hotel un viejo de unos 85 años y me preguntó qué estaba leyendo. “Ulises”, le digo. Y me contesta: “Ah, un libro para tontos”. No le di bola, pero lo terminé de leer y entendí por qué es un libro para tontos. “Ulises” es un libro para buscadores de sentido, pero no tiene una historia que subyace. Me gusta lo que hace el tipo y cómo manipula para que vos termines entendiendo eso, pero tiene más forma que fluidez. No hay espacio para que uno pueda volar dentro del libro.
-Para terminar, ¿por qué las fotos con orejas de Mickey?
Porque lo pidió Tuti, después de tantos años de querer ponernos en tapa. Yo odio a Mickey, no puedo decir más nada que eso. Me parece un dictador de la infancia. No me gusta mucho Mickey, ¿qué le voy a hacer?.
-Adrián, el título del disco ya arranca con una mezcla de posibles lecturas, ¿no? Porque “A propósito” puede ser “lo hice a propósito” o “a propósito de algo”.
-Sí. Puede ser “By the way” o “Because”. La idea era romper con la temática menguante de nuestros títulos, que cada vez tienen menos letras (N.de R.: Jesico, Infame, Anoche, Mucho). Había un título de cuatro letras, Celo, que no sé qué tenía que ver con el disco pero era lindo. Y si le dejaba una canción menos era todo menguante, porque pasaba a tener nueve temas. Al final el disco tiene diez títulos, a simple vista como “Mucho”, pero éste dura 46 minutos, más que los 26 de “Mucho”. También tiene un track oculto, más las macro codas que se transforman. Es una banda con delivery… uh, “Delivery” es buen nombre para el disco. Es un álbum bastante jugado para una era donde el rock no está de moda, ¿no?
-¿El primer show es el Quilmes Rock?
-Sí. Sentíamos que teníamos que tener nuevo material para el repertorio porque ya habíamos tocado mucho en Capital. No es ninguna clase de estrategia, eh. El último show acá fue en el Club Ciudad, hace un par de años, así que dejamos de tocar por eso, y no para generar expectativas. Vimos que habíamos tocado mucho este álbum, y nos costó empezar a hacer un disco antes por la cantidad de show que teníamos por todos lados, y por readaptarnos a una banda sin Gabo.
-Este es el primer álbum realmente sin Gabo, y no “Mucho”.
-Claro, porque Gabo toca en ese disco. Tuvimos que adaptarnos a una forma sin Gabo. También supongo que el próximo disco va a ser diferente porque ya vamos a estar en otra posición, pero bueno, todos los discos siempre son un reto de vicisitudes para nosotros, nada es simple y todos los discos tienen una vicisitud que resolver.
-¿Cómo sigue el cronograma afuera, después del Quilmes?
-Tenemos todo un recorrido afuera. Creo que empezamos por Puerto Rico, Estados Unidos, después volvemos para acá y hacemos una gira acá, después vamos a México, Europa y en octubre hacemos París y Londres.
-En este último período fue más visible tu contacto con otros músicos, tanto con Andrés Calamaro como en muchos discos donde estás como invitado.
-Sí. Eso es una resultante del tiempo que tuve al no hacer shows durante unos siete u ocho meses. Antes, con la frecuencia de shows agotadora que tenía, no podía ir a ningún lado. Ahora hice un par de shows con Dante y con Emmanuel Horvilleur, canté en el “Unplugged” de Zoé y también en discos de muchas bandas muy chicas de México, como Playmovil Project. ¡Estoy hasta en el disco de Hilda Lizarazu!
-El disco tiene cosas que, si bien no son nuevas porque las insinuaron o hicieron varias veces antes, están mucho más acentuadas. Por ejemplo temas con intros o codas diferentes a la parte central, que se convierten en otra cosa.
-¡No puedo agregar nada porque es así! (risas). Lo que trabaja en el disco es la mutación. ¿Viste que en la psicodelia los cambios son bruscos o sorpresivos de una parte a otra? Bueno, acá en lo que nosotros tratamos de operar es que las canciones vayan mutando en todos los aspectos. Las letras, por ejemplo, se van convirtiendo en otra cosa hasta que logra un sentido más abarcativo. Parecen retazos de dos o tres letras que se meten y hacen una imagen mayor. El concepto es ese, a diferencia de los últimos dos discos, donde la estructura de la canción manda y pone rigor a la armonía e implica que la canción termine rápido porque se desarrolló y explicó lo que tenía que explicar. Acá hay un tiempo donde la canción se gesta, muta y deriva en cosas que probablemente no tenga nada que ver. El disco habla de mutación, fantasía y locura. Pero los personajes no operan con la realidad, no son pícaros como los de “Infame” o “Anoche”, que tenían picardía o se paraban de un lado y te ponían a vos en el lado moral. ¡Acá no tienen moral, hablan con animales y esperan respuestas de seres imaginarios! Encontré un lado donde sigo siendo provocador y donde los personajes son nuevos.
-Parecen situaciones de viaje, de trip, como personas que están alucinando.
-La narración de la canción opera en varios niveles, se despliega hacia otro nivel y después viene otra frase que no continúa a la anterior pero despliega un nuevo nivel, y en algún arco empezás a entender la retrospectiva. Creo que para este disco encontré una forma narrativa nueva. Lo que pasa es que acá no escribo en el continuo de la fluidez de la escritura. En vez de seguir con la descripción de lo que estoy contando en una canción, me quedo en silencio buscando cuál es la otra frase que machea, y en eso viene una cosa imposible y digo – “¡Uy! ¿Por qué la imaginación me tira estas cosas?” Lo que más me gusta es que no sé de qué hablan las canciones, porque me las dictan. ¿Quiénes? No los conozco. Soy como una especie de médium poético.
-No son historias lineales, pero quizás son hilos de pensamientos.
-Sí, retazos, como si la poesía me atravesase. Y en vez de retocar y hacerlo lógico para vincular las cosas, trato que la vinculación esté en el choque. Trato que la canción imprima una mácula, como que el oído sea una especie de red que retiene la idea. La canción atraviesa las cosas y esa idea te deja una impresión. Todo está dispuesto de una manera más caótica, pero ese caos no frena el sentido. Eso es lo que me gusta. El disco termina siendo la resultancia de una especie de innervisions del cerebro, como una visión interna de un cerebro loco con links y una especie de concepto de rompecabezas donde las ideas linkean una frase a continuación de otra de otro tema. El primer tema es “Flora y Fauno”, que arranca con coros, lento y brumoso, con clima de trance. Habla de cuernos, supongo de fauno. El tema es como una especie de picnic aquelarre, de un bacanal, turbio como un cuadro de El Bosco. El coro es como un coro de Roy Orbison, y después entramos nosotros y plantea una situación realmente imposible donde lo primero que dice es -“Puede que los cuernos atraviesen el muro, y que los sorprenda a todos desnudos, maniobrando maletines y armados hasta la nariz”. Luego dice con sinceridad desgarradora -“Ahora déjame que me engañe a mí mismo, entiendo que no soy de fiar” y “Un paranoico podría invitarte a una performance de payasos del arte comerciando cantidades de acciones de materia gris”. ¿Dónde es el mundo donde eso habita? ¿Hay algo más rock que eso? Y me pregunto, ¿están esforzándose mis colegas a hacer algo más rico en comparación? Yo por lo menos sigo haciendo discos de rock.
-Después viene “Fiesta popular que describe la locura del pogo de los recitales, aunque lo llama “carnaval”.
-Sí. También sintetiza cómo el rock en su crecimiento atemorizó a los demás, en especial a los porteños y la gente de acá. Y lo narro como carnaval, como esa visión donde las palabras chocan y producen una imagen extra, “juego de látigos mis dedos quieren salpicar”, “risa de latas”, “viento peina chispas”. Y digo, “No seas infeliz y déjate arrastrar por el carnaval”.
-Tiene un bajo acreditado a Andrew Weiss. ¿Es de la época en que grababa sus discos?
-No. Es de ahora. Mirá qué raro lo que pasó, sobre los últimos cinco días de grabación, cuando llegó Phil Brown, Andrew nos avisó que venía a Buenos Aires como bajista de Jello Biafra. Le dijimos que estábamos grabando y lo invitamos a tocar. Casi se muere de la emoción, y tocó en “Fiesta popular”. Fue una situación mágica donde se volvió a encontrar con todos nosotros.
-Es el único rock fuerte del álbum.
-Sí. Este disco tiene menos de eso. Pasa que entiendo que en vivo no tengo que repetir algunas sensaciones que ya tengo bien planteadas.
-“Tormento” tiene una de las melodías más lindas del disco.
-Nunca hicimos un tema así, como un tema de tecno. Toda la batería es real, tocada por Panza, y la toca todo en continuado hasta el tema que está pegado, “El pulpito”. ¡Tiene coda y supercoda!
-“Deshoras” es como un clásico inmediato. Y en alguna parte hasta tiene un aire al “Rosemary” de Litto Nebbia…
-No sé. Es un tema de Mariano; se lo voy a preguntar. Pero “Rosemary” es una canción que le encanta a Mariano y a mi hermano, que incluso la tocan a veces en los ensayos. Ellos son re-fans de Nebbia, pero lo vimos solo una vez y no se animaron a contárselo.
-Es el primer simple.
-Sí. Y entiendo que podía ser criticable para el esnobismo y el público de los trendsetters. Yo ya no espero que ellos me acompañen, y espero que aparezcan otros referentes. O quizás la música se la hago a otra gente, no a ellos. Realmente nunca traté de ser cool. Yo acentúo que sea grotesco y cretino para que no me consideren cool. No le guardo rencor a los trendsetters y tampoco lo hubiese puesto de primer simple porque para mí es una canción más, como todas. Pero entiendo que no me la puedo esconder, porque es innegable que la canción sobresale en algún punto.
-Después viene “Privado”, una gema oculta, con un tipo de melodía que nunca habías hecho.
-Sí, como que hablo o rappeo. Tiene una cantidad de letra enorme, como de Dylan.
-“Muñeco de Haití” engancha con dos temas más.
-Quise hacer una especie de psicodelia bailable. Está dentro de mi temática de canciones que me fascinan pero que no se me ocurren, porque son dificilísimas, como “Deléctrico” o “Microdancing”.
-En “Pupilo” hay un personaje paranoico que dice: “Me declaro culpable de todo de ahora en más”.
-También, voy preso. No sabés qué es lo que va a decir el final, hasta que se declara culpable de todo. Me sugiere la diferencia entre acólito, devoto, pupilo. El primer título era “La escuela”, pero a los chicos no les gustaba. Me acuerdo de un tema de Supertramp que se llama “School”, con el que abren el disco “París”, que en realidad está en “El crimen del siglo”, un disco muy raro de una banda muy inconfesable, más por la gente que la escuchaba y por los músicos en sí pero no por el contenido de la canción.
-El último es “Chisme de zorro”.
-Una letra que me gusta mucho. Es una persona que en ese abandonar de todo tenía un derrotero de cosas de sinvergüenza. Hay cierta fuga y pide que lo busquen en un río de escotes. También hay una falta de respeto hacia el otro enorme, pero el tipo se va a ir. Me gusta que “con la lágrima cruda comprendiendo lo que nos faltó decir”. Creo que muchas de las canciones terminan confirmando que soy un artista de rock nacional.
-Babasónicos es rock nacional, sin dudas.
-Somos más buscadores de cosas que resultadistas. Somos unos arriesgados de la búsqueda, pero la influencia máxima, nuestro coto de caza, es la canción del rock nacional que tiene que dejar algo…Es ese elemento modificable que ha tenido siempre el rock nacional, donde la canción impacta en uno, que es una mácula de esa canción. Creo que acá hay una emoción explicada distinta a cómo podrían explicarla Calamaro, Melero, Cerati, Vicentico, Jorge Serrano, Litto Nebbia o incluso Fito Páez. Yo tengo algo de esa forma de canción, pero veo que una letra hace un mapa neuroquímico de links entre ideas que vos ya tenés puestas en el cerebro y las combinas con otros atajos y detona otros significados. El problema es que no sé cómo son todas las mentes, porque a cada una le detona algo según lo que la tiene cargada. El disco, no puede negarse, linkea distintos espacios.
-La obviedad sería compararlo con “Ulises” de James Joyce, pero sé que no te gusta.
-No es que no me gusta. Una vez me paró en un pasillo de hotel un viejo de unos 85 años y me preguntó qué estaba leyendo. “Ulises”, le digo. Y me contesta: “Ah, un libro para tontos”. No le di bola, pero lo terminé de leer y entendí por qué es un libro para tontos. “Ulises” es un libro para buscadores de sentido, pero no tiene una historia que subyace. Me gusta lo que hace el tipo y cómo manipula para que vos termines entendiendo eso, pero tiene más forma que fluidez. No hay espacio para que uno pueda volar dentro del libro.
-Para terminar, ¿por qué las fotos con orejas de Mickey?
Porque lo pidió Tuti, después de tantos años de querer ponernos en tapa. Yo odio a Mickey, no puedo decir más nada que eso. Me parece un dictador de la infancia. No me gusta mucho Mickey, ¿qué le voy a hacer?.
TEXTO: Marcelo Fernández Bitar
Adrián Dárgelos vocalista de Babasónicos.
Diego Tuñón tecladista de Babasónicos.
Mariano “Roger” Dominguez guitarrista de Babasónicos.
Diego Rodríguez guitarrista de Babasónicos.
DIego “Panza” Castellano baterista de Babasónicos.
FOTOS: Cecilia Glik
ASITENTE: Mical Valusek
PRODUCCION FOTOGRAFICA: Catalina D`Andreiz