El running, como lo conocemos, es una actividad que no tiene más de 40 años. Antes de contar con un calzado reforzado y con la última tecnología, los seres humanos también corrían. Durante los últimos años, siguiendo la línea de Christopher McDougall y Jason Robillard, e investigaciones como la del profesor en biología evolutiva Daniel E. Lierberman, surgió una tendencia a nivel mundial que propone el calzado minimalista para correr de una manera similar a como lo hacían nuestros antepasados. Para ser más precisos, el minimalismo ha existido siempre ya que el ser humano lleva miles de años corriendo aunque una serie de circunstancias (las zapatillas amortiguadas, por ejemplo) lo han alejado de la primera plana. El minimalismo se basa en que corriendo con una buena técnica no es necesaria la protección y corrección que nos ofrecen las zapatillas a las que estamos acostumbrados. Tal es el caso de los atletas de elite, cuya técnica está muy depurada, por lo que no necesitan los mecanismos de las zapatillas convencionales y pueden competir con este tipo de calzado. Básicamente, lo que diferencia a esta tendencia es que, mientras la corriente tradicional opina que para correr con buena técnica hay que nacer con una biomecánica perfecta, se defiende que prácticamente todo el mundo puede aprender esa técnica óptima.
Entre los posibles beneficios de correr descalzo o con zapatillas minimalistas, surgen estudios como el del investigador australiano Craig Richards, que destacan el fortalecimiento de la musculatura y el descenso de lesiones en el tendón de Aquiles, que han tendido a aumentar en los corredores a medida que las zapatillas deportivas fueron incrementado su acolchonamiento, rigidez y resistencia al impacto. Además, los corredores minimalistas están experimentando la posibilidad de correr más rápido, durante más tiempo y con menos agotamiento muscular. Hasta ahora la creencia arraigada era que cambiar la forma de correr es peligroso además de complicado. Los miles de corredores minimalistas y descalzos conversos que se pueden encontrar hoy día son prueba suficiente de que no es ni peligroso ni difícil. Tan solo es necesario tener claro lo que tenés que hacer y ser disciplinado. El principal enemigo que un corredor puede encontrar en la transición al minimalismo son sus propias ansias de correr más lejos y más rápido, lo que le lleva a hacer más de lo que realmente está preparado. La adaptación varía de un sujeto a otro, pero parece ser que lo normal son tres o cuatro meses hasta poder volver a las cargas normales de trabajo. Expertos recomiendan que cualquier interesado en correr descalzo o con zapatillas minimalistas debe adaptarse poco a poco al nuevo estilo para fortalecer la piel, musculatura y ligamentos, así como evitar rozaduras y lesiones.
Una manera de conmemorar la victoria de Abebe Bikila en la maratón de los JJOO de Roma ’60, en donde corrió descalzo. Correr descalzo es el modo natural de desplazarnos. Con 200.000 terminaciones nerviosas, 33 músculos principales, 28 huesos y 19 ligamentos, el pie humano es una obra maestra biomecánica.
Poco a poco el movimiento Barefoot se está imponiendo no como una moda o un simple estilo, sino como una filosofía del running. La razón es simple: permite correr de una forma más ajustada a la mecánica natural de los pies. Es, en otros términos, una forma de correr más “propioceptiva“, una forma mejor preparada para recibir y procesar los mensajes que el cuerpo, en este caso, los pies, le envía al cerebro sobre su interacción con el entorno. Y ese pequeño detalle cambia completamente la experiencia de correr.
Libro recomendado:NACIDOS PARA CORRER de Christopher McDougall. Nacidos para correr: La historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera de la historia.