Sean filmes aplaudidos en el Festival de Cannes, goles convertidos en la Premier League o, si no hay más remedio, hormigas gigantes (¡y argentinas!) que azotan los cipreses de California.
Uno tiende a no creerlo, decíamos… ¡Hasta que lo vive! Yo estuve allí, Grand théâtre Lumière de Cannes, sábado 17 de mayo de 2014. Lleno-llenísimo. Estreno mundial de Relatos salvajes, de Damián Szifrón. Ya se sentía en el aire una buena predisposición; primero, claro, por la cantidad de argentinos en la sala; pero más tarde, conforme iba avanzando la película, por la cantidad de risas y gemidos de impresión y/o susto que la película iba cosechando. Así las cosas, cuando terminó Relatos salvajes, se desató la famosa ovación.
Y duró por lo menos 10 minutos. Y la gente se paraba para aplaudir. Todo cierto. En el centro de la Lumière, el equipo de la película. Damián Szifrón y el productor Pedro Almodóvar como cabezas visibles del team. Pensándolo bien, hay una lógica en esa alianza: Relatos salvajes tiene un costado almodovariano aunque no lo parezca a primera vista. Ese punto en el que el humor se transforma en mueca desesperada, en el que se asume que el mejor modo de contar una miseria es apelando a la sonrisa, aunque deje un gusto amargo, porque es mejor eso que la aspereza lisa y llana.
Relatos salvajes agrupa seis pequeñas historias, cuyo hilo conductor no es ninguno de los personajes sino un humor, o, mejor dicho, un mal humor: seis protagonistas retratados en el momento en el que la realidad los supera y explotan, se entregan a conductas violentas sin medir consecuencias. Seis estallidos, uno detrás de otro, que pasan por la pantalla a toda velocidad y dejando una estela de burbujas detrás, pero que se quedan en el cuerpo como una gripe mal curada, de esas que molestan y no se van.
Pasó demasiado tiempo entre la anterior película de Damián Szifrón (Tiempo de valientes, 2005) y estos Relatos salvajes. Amagaba con una película, con otra, con un mega proyecto. Pero nada. El niño mimado, la gran promesa, se demoraba, y ponía un enorme signo de interrogación sobre su carrera y sobre una manera de hacer cine en argentina.
FOTO:Pablo Franco
TEXTO:Marcelo Delgado